martes, 27 de octubre de 2015

TODA CLASE DE PIELES

TODA CLASE DE PIELES
Había una vez, en un reino muy muy lejano una ciudad llamada Liliput, la cual estaba gobernada por un rey y una reina muy jóvenes, ambos estaban muy enamorados. El rey, llamado Gunnar, era muy guapo, fuerte y valiente que se enfrentaba a cualquiera de las batallas junto a su fiel corcel. Finna la reina, era muy guapa, con un cabello dorado como el oro, unos ojos de color verde esmeralda y de una figura envidiable.
Pasados tres o cuatro años de contraer matrimonio, la reina se quedó embarazada. Esta buena noticia fue sabida por el rey y por todos los que convivían en palacio y gracias a ella los ciudadanos de este reino les obsequiaron a los reyes con regalos, oraciones e incluso con ritos ancestrales para que todo fuera bien durante el embarazo y en el momento del alumbramiento.
Una noche de luna llena, concretamente el 12 de Enero de aquel año, la reina se puso de parto, asistieron las comadronas y el médico ante tal alumbramiento. El rey muy nervioso esperaba conocer a su hijo, pero cuál fue su sorpresa, que su amada esposa había traído al mundo a una pequeña niña. De cara redonda, con unos ojos preciosos de color verde esmeralda y con el pelo tal y como tenía su madre.
Los días, los meses y los años fueron pasando y los reyes criaron a su hija Keyla con la mejor educación que le podían dar y con un amor incondicional.
Como tantos otros años el día del cumpleaños de las Keyla había llegado, pero este año era especial porque cumplía 18 años, su mayoría de edad. Justo aquel día llegó también desde un reino muy muy lejano, Clencho, el rey mas poderoso de toda la Tierra. Este había cruzado los mares más profundos, los desiertos más áridos y las montañas más altas porque en su reino se había extendido el rumor de que Keyla era la princesa con la que todos soñaban debido a su incomparable belleza.
Gunnar estaba tan entusiasmado con que el rey más poderoso del mundo quisiera casarse con su hija que no dudo ni un segundo en ofrecerle su mano.
Keyla ante tal imposición demostró su disconformidad a sus padres.
- ¿Papá cómo voy a casarme con una persona que no conozco absolutamente de nada por muy poderosa que sea?
- Si hija, debes contraer matrimonio con Clencho, así tiene que ser.
- Pero papá, yo había soñado casarme con un marido al que amara de forma desinteresada y con el corazón.
- Lo siento hija, deberás casarte antes de primavera.

Keyla, muy descontenta ante la imposición de su padre, decidió marcharse a su habitación y pensar qué poder hacer para no tener que casarse.
El tiempo fue pasando y noches de dolor y llanto transcurrían por tal imposición a la que la princesa no quería acceder. Pero esas noches de llanto se fueron calmando y su mente fue ideando una estrategia para poder librarse de aquel matrimonio.
Un día frio pero algo soleado Keyla se despertó y fue corriendo a su padre a decirle que sí aceptaba ese matrimonio.

- Papá, papá, me casaré con el hombre que tú has decidido para mí, pero tienes que hacerme un regalo, ese regalo será el mejor regalo de compromiso jamás visto.
- ¿Un regalo?, dijo el rey
- Si papá, si voy a casarme con el rey más poderoso del mundo me merezco un regalo a su altura. Quiero tres vestidos: uno de color dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y otro tan brillante como las estrellas. Y los quiero para días antes del anuncio de mi compromiso.
- Pero… no sé si voy a poder hacerte ese regalo, son muchos vestidos, además tengo que mandar confeccionarlos, buscar las telas, etc. no sé si estarán hechos a tiempo para ese día.
- Pues entonces, no me caso.
- Está bien hija, intentaré complacerte.

El rey mandó buscar las mejores telas para poder confeccionar los tres vestidos, pero los modistos de la ciudad no tenían telas tan especiales, y el rey mandó buscar fuera de su ciudad las telas. Keyla por su parte pensaba que su padre no iba a cumplir con su petición pero se equivocó, al no darse cuenta de las inmensas ganas de poder que él tenia.
-Keyla ya están aquí las telas, tendrás que tomarte medidas para hacer los vestidos que me pediste.
Keyla enfadada fue a que los modistos le tomaran medidas. Y tres semanas después los modistos habían terminado los vestidos, uno de color dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y otro tan brillante como las estrellas.

- Hija mía, aquí tienes los vestidos tal y como me pediste, ahora tendremos que poner fecha a tu boda y así poder anunciar a todos tu compromiso.

Keyla que estaba desconcertada porque su padre había conseguido algo impensable para ella, se le ocurrió otra idea.
- Papá, pon tu la fecha de la boda, pero antes debes hacerme un último regalo por mi boda, un abrigo confeccionado por todo tipo de pieles.
- ¡Pero hija! ¡Eso es imposible! ¡Queda poco para la primavera!
- Papá entonces, no me caso.
- Está bien, intentaré complacerte este último regalo.
El rey que no le quedaba otra opción si quería que su hija se casara, mandó confeccionar el abrigo de toda clase de pieles.
Un mes más tarde, los modistos de la ciudad llegaron a palacio con el abrigo de toda clase de pieles, el cual era largo hasta los pies, con mangas anchas y una capucha amplia.
- Querido rey, aquí tiene el abrigo que mandó confeccionar.
Keyla que estaba presente, se disgustó mucho porque no imaginaba que pudieran hacer un abrigo tan especial, y se dio cuenta de que pidiera lo que pidiera, su padre lo iba a conseguir.

- Keyla, aquí tienes tu último regalo. Ahora si podrás casarte con Clencho.
- Si padre, ya puedes poner la fecha de la boda, contestó triste y desolada.

Por lo que el rey decidió que la boda se celebraría el día 21 de Marzo, día en que comienza la primavera. Y llegó la noche antes de la boda, día en que se celebraba un banquete y un baile en honor a los novios. Pero Keyla que no soportaba la idea de casarse con aquel rey tan poderoso pero totalmente desconocido para ella, decidió hablar con su madre para ver que podía hacer. Su madre que aunque había permanecido callada por el profundo respeto y amor que sentía por su marido le dijo que huyera de aquel lugar y que nunca regresara. No quería contradecir a su marido pero no podía ver el profundo dolor que este estaba causando a su única hija. Antes de dejarla marchar, la reina Finna, le entregó una cadena de oro en la que puso su anillo de boda, ya que su marido era el culpable de su huida; una rueca que perteneció a su madre y el colgante de una virgen que era de su abuela. Así, de esta manera, su hija siempre la llevaría con ella y sabría que en cualquier ocasión y pasara el tiempo que pasara siempre estarían juntas.
Llegado el anochecer Keyla se marchó de palacio, llevándose consigo los tres vestidos, el abrigo de todo tipo de pieles y el colgante con los tres abalorios que colocó en su delgado y fino cuello. Keyla huyó lejos muy lejos de palacio, comenzando así su huída ante la imposición de su padre.
Pasaron días fríos, lluviosos y ventosos, pasaron noches de luna llena y de cielos estrellados, en los que Keyla viajaba poblado tras poblado, ciudad tras ciudad, reino tras reino para no ser encontrada por su padre. Pero su aspecto también iba deteriorándose a medida que iban pasando esos días fríos, lluviosos y ventosos y esas noches de luna llena y cielos estrellados, por lo que su piel se iba oscureciendo por la suciedad y su pelo parecía de color marrón en vez de rubio platino, y se iba demacrando cada vez más por no poder llevarse nada o casi nada a la boca con lo que alimentarse.

Hasta que un día en el que Keyla descansaba de su larga caminata del día anterior, escondida en el hueco de un árbol grande y frondoso, intentando dormir, escuchó ruidos de perros, caballos y voces, y se dio cuenta que no era un sueño, sino que estaba en medio de una cacería. Ella se escondió muy bien, se tapó con su abrigo de todo tipo de pieles, pero fue inútil cuando se quiso dar cuenta estaban tan cerca que se encontró con cuatro perros olfateándola.

- ¿Qué será esto? ¿Qué es esta cosa que está cubierta por muchas pieles? Se preguntaron aquellos cazadores.
- No me hagáis daño, solo soy un animalito asustado, que no os va hacer daño, dejarme vivir.
- ¿Pero quién eres?, tú no eres un animal, tú eres una persona, y ¿quién eres? ¿Cómo te llamas?
- No tengo ni idea, no lo recuerdo, no sé quién soy, ni de dónde vengo, solo quiero que me dejéis. Respondió ella toda asustada.

Pero los cazadores no eran simples cazadores, eran los cazadores del Reino de Noneim, pertenecientes al Príncipe Ron, el cual se acercó, montado en su caballo negro, al árbol y al ver aquella joven demacrada, sucia y abrigada por su abrigo de todo tipo de pieles sugirió llevársela a su palacio, para darle de comer y si ella quisiera quedarse para ayudar en las cocinas. Ella quedó eclipsada por ese príncipe tan apuesto que no pudo negarse ante tal ofrecimiento.

Todaclasedepieles acabó en las cocinas de aquel palacio de aquel príncipe tan apuesto. El cocinero la aceptó como una más y la enseñó a preparar todo tipo de platos, que día tras día preparaba con tanta laboriosidad para que el príncipe los degustara y así en algún momento poder impresionarle.
Cuando ya llevaba viviendo más de tres largos años, el Príncipe Ron anunció que iba a elegir a su esposa, para ello iba a organizar un gran baile que duraría tres días.
Cuando llegó el primer día de baile, Todaclasedepieles le preguntó al cocinero:

- Por favor, ¿puedo subir a ver el baile?, nunca he visto un baile en un palacio. Por favor, déjame, te prometo que no me verán, estaré escondida de una de las grandes cortinas que hay en el gran salón.
- El cocinero le respondió: “Te dejo, pero con una condición, tienes que estar de vuelta pronto porque por la noche hay que preparar cosas para el día siguiente”.
- Sí, sí, no te preocupes, esteré de vuelta tan pronto como los invitados comiencen a marcharse.

Todaclasedepieles subió a su habitación y comenzó a arreglarse, se lavó su cara y sus manos, y se puso el vestido dorado como el sol. Después bajó al gran salón donde se celebraba el baile, y al principio pasó desapercibida ante los ojos del príncipe, pero algo más tarde se percató de la presencia de esa hermosa joven de piel blanca con ojos verdes esmeraldas y de pelo rubio platino.
El Príncipe Ron sin pensarlo se fue acercando, observándola poco a poco, y finalmente se posicionó a su lado, entablando una conversación de lo más normal.

- Señorita ¿quiere usted bailar conmigo?
- Sí, dijo Todaclasedepieles.

Bailaron hasta llegar el anochecer, y es cuando Todaclasedepieles tuvo que marcharse ya que no podía faltar a su palabra con el cocinero.
Subió a su habitación, se cambió, se puso su abrigo de toda clase de pieles, se tiznó su cara y sus manos. Y bajó a las cocinas para ayudar al cocinero con la cena.

- Hoy tengo mucho trabajo, ¿puedes hacer la cena y un caldo para el príncipe y después se la subes a su habitación?, le dijo el cocinero a Todaclasedepieles.
- Sí, por supuesto.

Todaclasedepieles preparó la cena y el caldo para el príncipe que sirvió en una copa de plata. Mientras subía la cena, todaclasedepieles abrió su colgante e introdujo en la copa el primer abalorio, el anillo de su madre; al llegar a la habitación ella llamó a la puerta y dejó sobre la mesa la bandeja con la cena y el caldo.

El Príncipe Ron que tras haberse comido el plato de comida prosiguió a beber el caldo, donde encontró el abalorio, el cual dejó sobre su mesilla sin darle importancia.
Al día siguiente llegó el segundo baile, y Todaclasedepieles le pidió al cocinero subir para verlo como en la noche anterior, el cocinero le dijo que sí, y ella subió a su habitación para cambiarse y lavarse, en esta ocasión se puso el vestido plateado como la luna. El Príncipe Ron cuando la vio aparecer se quedó eclipsado por tanta belleza, y sin esperar se aceró a ella y le pidió bailar. Pero cuando llegó la media noche Todaclasedepieles tuvo que ausentarse para ir a preparar la cena del príncipe. Subió a su habitación se cambió y se puso su abrigo de toda clase de pieles, bajó a las cocinas y preparó la cena y el caldo para el príncipe. Cuando la fue a subir ella sumergió el segundo abalorio en la copa de plata.

El Príncipe Ron al terminar de cenar, bebió de su copa de plata y se encontró el segundo abalorio, y pensó “Esto ya no es una casualidad”. Por lo que mandó llamar al cocinero para saber quién había preparado la cena y la bebida.

- Cocinero, ¿me has preparado tú la cena? ¿y el caldo?
- Sí, señor, he hecho yo la cena y el caldo.

El Príncipe Ron extrañado, dejó el abalorio junto con el otro en la mesilla. Al día siguiente en la hora del baile, Todaclasedepieles como los dos días anteriores prosiguió a vestirse, esta vez con el vestido brillante como las estrellas, y bajó al baile. El príncipe que ya la estaba esperando se acercó a ella, y estuvieron hablando y bailando durante el tiempo que duró el baile.
Y el Príncipe Ron durante el último baile de la noche le puso un anillo dorado en el dedo sin ella haberse dado cuenta, pero Todaclasedepieles tuvo que ausentarse de nuevo para preparar la cena del príncipe.

Subió a su habitación y sin apenas tener tiempo para cambiarse, se puso su abrigo de toda clase de pieles pero se olvidó de quitarse el anillo que el príncipe le había puesto.
Tras haber preparado la cena, ella subió como las noches anteriores la cena a la habitación del príncipe, y durante el camino sumergió el último abalorio, la rueca, pero esta vez el príncipe le estaba esperando.

- Todaclasedepieles, no te marches, quédate hasta que yo termine para que después te lleves la bandeja.
- Pero yo tengo que hacer muchas cosas, señor
- No te preocupes pueden esperar.

Y una vez terminado el príncipe su cena y bebido el caldo se encontró con el tercer abalorio, la rueca.

- Todaclasedepieles, ¿sabes qué es este abalorio y qué significa?
- No, no sé qué es
- Creo que mientes, porque tú eres la persona con la que he estado bailando estas tres últimas noches.
- Mi señor, eso es imposible.

Y el príncipe se levantó, le quitó la capucha a Todaclasedepieles y pudo descubrir a esa joven de piel tersa, pelo rubio dorado y de ojos color verde esmeralda. Todaclasedepieles se puso algo colorada por haberla descubierto.
- No temas, eres la persona que he estado esperando durante toda mi vida, eres esa chica con la que he soñado durante muchas noches. Eres la joven a la que dejé caer un anillo en el dedo y por eso sé que eres tú.
- Pero ¿no te importa mi pasado, ni quién soy realmente?
- No, sólo me importa cómo eres tú, no me importa que seas pobre, cocinera, noble o rica. Tú y solamente tú eres mi elegida, la única que podrá hacerme verdaderamente feliz y por eso quiero que seas mi esposa. ¿Quieres casarte conmigo?

Ella que estaba inmersa en una profunda alegría, sin pensarlo le besó. Un beso profundo y largo el cual selló ese amor que duraría por el resto de sus vidas.